Si no estás familiarizado con esta expresión, te cuento, de acuerdo a la Fundación de la Lengua Española, este dicho tiene el significado de “dulcificar, disimular un daño o perjuicio”. Es algo que los padres y  madres hacemos con nuestros hijos  constantemente, pero ¿por qué? Porque les queremos y queremos lo mejor para ellos… (otra expresión coloquial). Con este sentimiento de protección y cuidado, queremos que nuestros hijos e hijas no sufran. Por eso, en vez de entablar conversaciones directas y claras, muchas veces rodeamos el tema que queremos abordar con ellos y “les doramos la píldora”.

Aquí hay un fondo muy importante… ¿a qué le tenemos miedo nosotros los padres? Sí, es difícil de aceptar que tenemos miedos porque «somos los adultos, los que tenemos experiencia, los que lo sabemos todo». Aquí radica lo esencial y donde podríamos comenzar: preguntarnos cuales son nuestros temores: ¿Que nos dejen de querer? ¿A que no nos respeten? ¿Tenemos miedo a perder el control sobre ellos? Una vez entendamos esto, estaremos en una mejor posición para conversar con nuestros hijos y crear un espacio donde los padres e hijos podamos expresarnos con amor y respeto. Tengan la edad que tengan nuestros hijos, mantener una relación abierta a la comunicación es la mejor manera de disfrutar la vida juntos.

La próxima vez que necesites conversar con tus hijos de temas incómodos o difíciles, te invito a preguntarte antes de iniciar: ¿qué siento yo al respecto de este tema? ¿Cómo lo puedo expresar de mejor manera? Y por supuesto, a estar abierto a escuchar la opinión de tus hijos también.

Déjanos saber tus comentarios o preguntas sobre este tema.

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